Abre el paquete que le han dejado sobre la mesa. ¡Bien, los dos últimos libros que había pedido han llegado! Los mira, los abre… lee la contraportada ¡Qué ganas tenía de recibirlos! En la oficina, cuando llega un paquete con forma de libro, ya no tienen ni que mirar el destinatario, se lo suben directamente.
Vas a tener que salirte de tu casa para meter tanto libro. Esa es la voz de su compañera, que la mira atónita ante el ritual del libro nuevo que lleva a cabo.
Un día de éstos, contesta a la vez que sonríe.
O poner una estantería en cada hueco de pared que tengas.
Pues no pienses que me quedan muchos…
Además, os habéis juntado dos lectores empedernidos…
¡Uy, ya quisiéramos leer todo lo que nos gustaría!
Anda hija, no digas eso. ¡Con la de libros que lees! ¿Y no te compras uno de esos electrónicos?
Pues no, yo prefiero mis libros. Tocarlos, achucharlos, olerlos. Cerrarlos y saber cuánto he leído por dónde está el punto de lectura. Sobarlos, abrirlos. Anotar algo en ellos incluso. Y cuando ha pasado ya algún tiempo, volver a cogerlos y descubrir entre sus páginas cachitos de mi vida de cuando lo leí la vez anterior.
Ay, sí. A mí también me gustan más los libros de papel. ¡Quedan tan bonitos bien colocados en las estanterías!
03/04/2015 at 16:55 Permalink
Fititú lo poco que me impresionará que hayan colocado cromáticamente los libros en las estanterías, que lo que me atrajo de la imagen fueron las sogas listas para usar, con bombilla de hacerse la luz…
Achuchones, Ampharou